Arcoiris repentinos.

Como disfrutaba imaginarla desnuda, caminando desafiando la gravedad, sin el más mínimo complejo, lejos de falsos pudores completamente segura de sí, llena de alegría en total entrega, bañada por el Sol, alimentándose de los arcoiris repentinos y fugaces, despreocupada sabiendo que recibe amor, en cada roce de sus manos sagaces, que los temblores preceden las humedades, disfrutaba sin conoce el arte del kamasutra, siempre abocados a los tradicionales cortejos, que multiplicaban las aves fuera de las vedas, sin temor a las recurrentes cacerías, en los bares citadinos lugares comunes, para que el amor florezca en la incertidumbre.


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